Pienso que en un sentido u otro, todos los seres humanos estamos interesados en trascender la naturaleza humana. El camino puede ser la religión, el arte o simplemente el miedo a la muerte. La única manera de vencer esto es aceptar la posibilidad de que podemos transformarnos en otra cosa. El problema es saber cuánto queda de uno mismo en la transformación. Por eso me interesan tanto los insectos, porque casi todos padecen transformaciones, metamorfosis. Uno se puede preguntar si una mariposa se acuerda de cuando era gusano. ¿Es el mismo individuo o es algo completamente distinto? No lo sé.
David Cronnenberg
La cuestión es la transformación. Materia que se desplaza de un modo a otro, dejando de ser lo que era, sin ser todavía lo que habrá de ser.
Ese punto intermedio donde la voracidad de los acontecimientos sacude la fragilidad del sentido hasta que termina por perderse; para ser otra cosa… Para sernos otro… Para devenirnos otro/otra/otros/multitud/legión/objeto/perro que ladra/mordisco… Y así sucesivamente…
Lo que nos hace vulnerables en esos preciosos momentos en los que ejercemos el deseo, o mejor, en los que somos ejercidos por el deseo, es precisamente el abandono de toda noción o dirección. De toda sensación de seguridad y quietud.
No se es el mismo mientras se produce/se padece/se somete/sucede un orgasmo -por ejemplo-…
Ya hemos insistido varias veces en que no es lícito hacerle decir a una obra lo que ésta nunca dijo o no tuvo intención de decir. Y queda claro también que lo que nos mueve es precisamente la inquietud. Inquietud porque encontramos resonancias. Porque lo que aquí vemos responde, tal vez, a preguntas que vienen con nosotros desde otros tiempos y otras territorialidades.
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Lo que hay aquí nos remite una pregunta que ya nos precedía…
Y es entonces que encontramos algo que nos parece remotamente familiar…
«Cochlea & Eustachia», del ilustrador Hans Rickheit, nos recordó la inquietud «interpuesta» por la «Alicia» de Lewis Carroll.
Independientemente de las consideraciones/críticas morales que se puedan presentar por la «supuesta/confirmada» pedofilia del autor (porque esa no es la cuestión que nos interesa), y al margen también de cualquier consideración de tipo «pornográfico» frente a la novela, hay sin embargo sustratos que la recorren.
En Alicia todo empequeñece o crece al margen de sus personajes, y a la par de ellos, o contra ellos…
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Cada vez que el deseo es traicionado, maldecido, arrancado de su campo de inmanencia, ahí hay un sacerdote
Gilles Deleuze – Félix Guattari
Cada vez que el deseo es traicionado, maldecido, arrancado de su campo de inmanencia, ahí hay un sacerdote
Gilles Deleuze – Félix Guattari
O es también Alicia la que padece transformaciones tan frenéticas que en muchos momentos ya ni siquiera es Alicia. O por lo menos lo que queda de ella no sabría decirlo…
No se trata tampoco de afirmar de manera grotesca (y hasta grosera) que «Cochlea & Eustachia» no es más que una versión Porno/Siniestra de «Alicia en el país de las maravillas».
Nos interesa la manera en la que sucede la transformación. Lo que la recorre. Lo que la alimenta. Nos interesa lo que Hans Rickheit ha logrado, o mejor, la cuestión que Hans Rickheit ha dejado en el aire al ponernos frente a sus miedos/obsesiones oníricas.
Como dijimos en un principio, la cuestión es la transformación… La metamorfosis.
Y en eso se parecen también el horror, el asombro, la inquietud y el morbo que nos puede producir observar esta obra; estas ilustraciones.
En eso se parecen también el goce sexual/erótico y el terror. Hay una evidencia de que algo ha dejado de ser lo que era.
Nos inquieta, por ejemplo, perdernos. No encontrar el sentido. ¿Era este el camino?
Dejar de ser lo que éramos (lo que creíamos que éramos)…
No hay nada que revele mejor nuestra verdadera naturaleza como nuestro deseo y la forma en la que agenciamos -también- nuestro goce.
Para liberar el “Cuerpo sin órganos” hace falta mucha prudencia: abrir el cuerpo a conexiones que suponen todo un agenciamiento
Gilles Deleuze – Félix Guattari
Para liberar el “Cuerpo sin órganos” hace falta mucha prudencia: abrir el cuerpo a conexiones que suponen todo un agenciamiento
Gilles Deleuze – Félix Guattari
Lo que ocultamos de la normalidad. Lo que no dejamos ver por temor a ser identificados/categorizados bajo el rótulo de una «naturaleza pervertida» o desviada.
Pero es en sueños también donde se caen todas las máscaras…
Resulta interesante recordar lo que alguna vez escuchamos: «El mecanismo por el cual funciona lo inconsciente, como en los sueños, es aditivo…» Todo sucede como una suma desquiciada de objetos/deseos/lugares donde, frenéticamente, un sitio cualquiera es A y B y Z al mismo tiempo.
Y también las personas. Los acontecimientos.
«Cochlea & Eustachia» recorren -como Alicia- un mundo subterráneo. Los objetos/animales les recuerdan constantemente que todo es provisional y transitorio. Que todo lo que allí ocurre sucede hacia la mitad. No es esto, pero tampoco es lo de más allá, sino hacia la mitad.
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Intensidades más que sujetos-objetivados y claramente discernibles. Estratificados dentro de la funcionalidad operativa de una sexualidad «normal».
No hay caballos que no sean también falos sin cabeza llenos de cavidades, mucosas y artefactos interconectados. No hay gatos que no sean también teléfonos anales o interruptores de un mecanismo del cual ignoramos completamente su función. Pero no por esto dejan de tenerla, aunque resulte inverosímil.
Alcia «sucumbe» a la profundidad y cae por el agujero del conejo. «Cochlea & Eustachia» habitan de antemano la profundidad y conviven -como cosa cotidiana- en la pura indeterminación. En un devenir «demente» que no cesa de escapar a cualquier objetivación.
La profundidad que habitan no atiende a ninguna direccionalidad. No es vertical ni horizontal, sino las dos al mismo tiempo y en adición a cualquier otro «sentido» o dirección que suceda o se presente. Es el puro deseo sin estratificación, ni plan, ni modelo moral.
No es precisamente el fantasma del deseo en cuanto «castración», sino el puro deseo en cuanto intensidad y potencia de todos los encuentros…
Sin embargo, ahí era donde se ocultaba el deseo, el Oeste era el camino más corto del Este, y de las otras direcciones redescubiertas o desterritorializadas.
Gilles Deleuze – Félix Guattari
Sin embargo, ahí era donde se ocultaba el deseo, el Oeste era el camino más corto del Este, y de las otras direcciones redescubiertas o desterritorializadas.
Gilles Deleuze – Félix Guattari
«Cochlea & Eustachia» no remiten a un juego de «lógicas del sinsentido», como tal vez ocurre en Alicia. Todo lo contrario, «acontecen» a expensas de cualquier diagramación de un sentido posible (de una direccionalidad tipo: Esto es A y, por lo tanto, no es B).
Este par de niñas suceden como en sueños: Expuestas a todos los encuentros, potencias de todas las pasiones, sujetas a la indigestión y al «desenfreno». Ellas u otras. Penetradas y penetrantes: se degluten a sí mismas y entre sí, pero ignoran exactamente el orden del proceso. Es decir, ignoran si tragan, o son tragadas. E incluso, ignoran si tragan o defecan, o el proceso contrario…
Pero resulta que es al mismo tiempo que las dos cosas suceden… Un devenir «en la simultaneidad, cuya propiedad es esquivar el presente».
«Cochlea & Eustachia» suceden (nos hacen rememorar una inquietud que nos precede) frente a la cuestión del «Cuerpo sin órganos» en el tratamiento conceptual que hacen Deleuze y Guattari frente al asunto.
Y nos parece entonces que esta serie ilustrada nos da una buena idea de lo que el concepto «Cuerpo sin órganos» implica en toda su intensidad: El puro deseo en cuanto síntesis de una potencia y un agenciamiento. Una ética en el límite, donde se desea y -activamente- se decide desear: «campo de inmanencia del deseo. Plan de consistencia propio del deseo (justo donde el deseo se define como proceso de producción, sin referencia a ninguna instancia externa, carencia que vendría a socavarlo, placer que vendría a colmarlo).
El puro deseo enfrentado al límite de su propia «mayoría de edad» kantiana… Sin lugar a agenciamientos de tipo externo/normativo/sintomático/coercitivo.
No el deseo como el lugar del «fantasma» o el síntoma, sino como campo de producción de un sentido desterritorializado/nómada/desvinculado. Es decir, que se produce a sí mismo sólo en la medida en que acontece.
No hay nada tan difícil como hacerse cargo de sí mismo y de su propio deseo ¿cierto?
#creemosenelasombro
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Mira aquí el cómic «Cochlea & Eustachia»
Aquí un enlace donde puedes leer más acerca de la noción del «Cuerpo sin Órganos»
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