No eres tu trabajo. No eres cuánto dinero tienes en el banco. No eres el auto que conduces. No eres el contenido de tu billetera. No eres tus malditos pantalones. Eres la mierda obediente del mundo
Tyler Durden
No es seguro, pero es casi cierto que la génesis del dolor recae sobre todo en la ruptura de una ingenuidad primitiva e infantil.
Seguramente no fue fácil darse cuenta de que nuestros padres no eran infalibles ni mucho menos todopoderosos. Que había grietas en su discurso y también en su hacer.
Que probablemente el cielo era un lugar vacío e inútil. Sordo a las súplicas del mundo. Ciego al sufrimiento de los hombres. Indiferente ante la desgracia humana, multiplicada también en el perro de la calle al que seguramente quisiste darle un hogar y no pudiste, o en la súplica del hambriento; en la crueldad de las burlas que soportamos, o peor aún, en todas esas que entregamos a los otros.
Tal vez el dolor si nace, después de todo, de una cicatriz profunda en la piel de la inocencia…
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¿Has visto cumplida, siquiera por una vez en tu vida, la ilusión con la que seguramente aguardabas la paz en el mundo? ¿la justicia universal?
Crecer fue darse cuenta de que el nuestro era el sitio predilecto de la atrocidad, la mentira, la manipulación descarada y el dolor. Sobre todo el dolor.
¿Recibiste, siquiera por una vez en tu vida, una respuesta satisfactoria ante tu cándida indignación por la existencia del hambre?
Crecer fue olvidar la belleza, hacerse un lugar en la jauría. Soportar la angustia del alma ante la injusticia. Pulir la indiferencia y ajustarse la máscara para poder sobrevivir en este valle de lágrimas…
Alguna vez tuvimos que separarnos del que fuimos para terminar siendo lo que ahora nos define. Un día hicimos a un lado la inocencia, porque nos pareció inútil oponerle resistencia a este nido de víboras. Y nos fuimos haciendo víboras también nosotros.
No fue posible cambiar el mundo o simplemente nos dimos por vencidos…
Pero sabes bien que la misma pregunta vuelve siempre, y que la cicatriz del dolor se llama indignación.
¿Vale la pena resistir?
Esa es tal vez la pregunta más urgente. La más relevante.
¿Y qué nos queda entonces
a nosotros -los olvidados-
más que resistir?
Mr. Robot vale la pena como posible manifiesto de una generación de indignados.
“El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”
La voz de Juan Rulfo nos parece también una advertencia premonitoria. Nosotros, los estafados por las promesas de la civilización. Nosotros, sumidos en la pesadilla occidental y el marketing de la angustia…
Y en los márgenes de esa civilización van quedando también los desempleados, los desterrados. El que entregó su salud a las grandes farmacéuticas y el que perdió su casa en manos de los bancos… Los refugiados que todavía quieren sostener la fe en un futuro posible mientras occidente les escupe en la cara su propia miseria y les entrega por casa una tumba en altamar.
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Fue la ingenuidad la que nos dejó esta cicatriz. Porque nosotros creímos también alguna vez en un futuro posible, pero ese futuro nos lo arrebató la deuda. Nos ilusionamos con un trabajo decente y lo único que nos dieron a cambio, después de haber pasado la mitad de nuestras vidas encerrados en la prisión de las aulas, no fue más que una cajita feliz en McDonalds…
“El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”
¿Y qué nos queda entonces a nosotros, los olvidados, más que resistir?
Elliot Alderson nos presenta otra cara de la resistencia. Más allá del hacktivismo, lo que nos entrega es a un hombre en los márgenes de lo aceptable, al borde de la máscara social: drogodependiente, esquizoide y paranoico; un cóctel molotov rasgando el telón de las grandes corporaciones que se lucran de nuestra angustia. Porque se hicieron nuestros dueños a través de la deuda; porque les pertenecemos, dependientes incurables de sus maravillosas promesas financieras; Porque nos poseen, juntando millones a través del mercadeo de nuestra necesidad -real o inventada-.
“Fuck Society” dice con toda razón Elliot Alderson -personaje principal de la serie-. Al diablo con esta esclavitud incurable. Que se jodan las iglesias y los estados. Que caiga la mentira y la simulación; el teatro de una vida perfecta, absolutamente imposible, para todos aquellos que no cabemos en esa visión de un paraíso del consumo…
Para nosotros hay muchas cosas valiosas dentro de esta serie. Los sutiles homenajes y las múltiples referencias a grandes del cine como Kubrick (sobre todo en la parte estética y la composición de algunos planos) David Fincher o Scorsesse. Pero también nos interesa porque de alguna forma representa la rebelión del indignado. Porque nos ofrece un panorama incierto: La resistencia contra las manifestaciones de un poder omnímodo, inclasificable, camuflado en los pliegues de la civilización.
“Fuck Society” es el grito de una generación cansada de su propia ingenuidad. ¿Quién no va a estar hastiado de darse golpes contra el muro de lo real?
Nosotros, la generación más preparada de la historia y paradójicamente la peor pagada. La generación de la incertidumbre. La generación del desempleo. La generación de los “okupas” porque no nos alcanza ni para la renta. La generación de la angustia, porque se esperaba demasiado de nosotros. Nosotros, la caricatura de “Mayo del 68” trasladada a las redes sociales.
Tal vez el dolor si nace,
después de todo, de una
cicatriz profunda en la piel
de la inocencia…
Resistimos con lo poco que tenemos: Nuestra indignación…
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Y en eso radica tal vez el encanto de esta serie. En la denuncia y en el drama de toda rebelión.
En esta paráfrasis a un texto de Deleuze quisiéramos jugarnos nuestra admiración por esta serie y su invitación a la rebeldía y a la resistencia:
Cuando alguien pregunta para qué sirve la resistencia, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La resistencia no sirve ni al Estado, ni a la Iglesia, que tiene otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La resistencia sirve para entristecer. Una resistencia que no entristece o no contraria a nadie no es resistencia. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene este uso: denunciar la bajeza de la vida en todas sus formas.*
*En el texto original de Deleuze dice «filosofía» en lugar de «resistencia», pero vale la pena la alteración
“Fuck Society…” No somos hackers pero resistimos desde el asombro.
El arte es lo que resiste: resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia, a la vergüenza.
Gilles Deleuze
Para nosotros, el asombro es la única fe que nos queda. La única resistencia que podemos ofrecer…
#creemosenelasombro
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