No he venido de ninguna parte, pues el lugar de mi origen no existe. Por eso no soy nadie…
El puente (Fragmento) – Michael Ende
Con frecuencia hemos meditado sobre la naturaleza del viaje.
En la superficie del asunto no parece ser un secreto para muchos el hecho de que la vida misma es una referencia a esta cuestión, y no en el sentido contrario.
Nos parece inconcebible la existencia sin siquiera tomar en cuenta la idea de viajar. De someternos a un desplazamiento absoluto y radical en el que sea posible exponernos a todos los encuentros y a todas las potencias porque es en el encuentro donde nos jugamos a nosotros mismos como antesala de una mutación constante.
Existir se hace ridículo sin atreverse dejar algo atrás.
Todo viaje es también la reminiscencia de una muerte y un renacimiento: Dejamos atrás lo que fuimos para transformarnos en otros.
No crecemos sin cometer algún crimen. No dejamos de ser el que éramos sin perder una inocencia. No conocemos la soledad y la muerte sin detestar algún día el amor, la amistad y la vida…
¿No es un pequeño crimen, acaso, abandonar el seno familiar buscando otros horizontes? ¿No es una forma de la muerte -acaso- cuestionar los pilares sobre los que fundamentamos nuestras creencias, denunciándolos como una mentira alevosa que sólo quiere mantenernos atados a su control e influencia?
No crecemos sin esas pequeñas muertes.
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Somos en la medida en que le damos la espalda a un hogar y a unos amigos para salir a buscar otras voces y otros paisajes donde formularemos una y otra vez -hasta el cansancio- la misma pregunta que parece no tener una respuesta definitiva y cuya solución parece también la promesa de una esquiva paz interior: ¿Quiénes somos?
Viajar es exponerse de lleno y frontalmente a la oscura materia de la que está hecha la vida: Incertidumbre.
A veces conocemos la alegría. Y muchas otras la insufrible desgracia.
En todo viaje -en toda transformación- traicionamos y somos traicionados. Conocemos el amor y el dolor de la separación. A veces nos reímos, y otras tantas nos dejamos caer en los abismos de la angustia…
Viajar es huir a ninguna parte sabiendo que siempre nos persigue el pasado y que inevitablemente nos encuentra, se ríe con nosotros y de nosotros, nos despedaza sin furia y nos abraza con ternura y con nostalgia.
Viajar es buscar y ser encontrado. Tomar decisiones ridículas o monumentales y vivir para siempre evitando, lamentando o modificando sus consecuencias.
¿No te lo hemos dicho ya en otras ocasiones? Bifrontal es también la experiencia de un viaje y todo esto no es más que nuestra bitácora nómada. El relato de nuestro asombro y el ejercicio de nuestra propia línea de fuga…
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Hace poco encontramos a Moebius. No era ese su verdadero nombre, o por lo menos existía ya una máscara que lo antecedía. Lo llamaron Jean Giraud antes de que él mismo pudiera entender la verdadera materia de la que estaba hecho.
Saramago lo dijo mejor:
Conoces el nombre que te dieron, no conoces el nombre que tienes.
De todas formas, sentimos que nuestras “bitácoras nómadas” han encontrado un eco, una perfecta expresión gráfica de lo que queremos decir con nuestras memorias diluidas; ese relato imposible de un viaje que no termina, que nunca tuvo un “inicio” sino que comenzó hacia al medio.
Pero no se trata solamente de los mundos imaginados, sino también de su “devenir loco”: No saber muy bien de dónde se viene y no tener aún ni la más remota idea de hacia dónde se va. Definirse simplemente en el “ir siendo” mientras la vida acontece, nos acontece, y sucede también paralelamente a nosotros mismos. Desordenando los tiempos y alterando así mismo los espacios.
El viaje es también la prefiguración de un laberinto. La encrucijada imposible o la puerta que no lleva a ningún lugar. Y sin embargo, al tratar de volver hacia atrás, nada es ya lo que se había visto antes, sino todo lo contrario.
Nos gusta demasiado lo que hemos (apenas) vislumbrado en la complejidad multiversal de los cómics de Moebius: Panoramas imposibles, alucinaciones distantes (como nosotros mismos) y conflictos más allá de la lógica simplista del arriba y el abajo. Juego de espejos donde lo que menos interesa es el resultado o la meta, sino el camino…
Por fin, en el transcurso de este largo viaje, he logrado el perfecto equilibrio, de modo que, cualquier resultado, cualquier reacción, cualquier acontecimiento, cualquier circunstancia, la buena y la mala fortuna, el respeto y el insulto, el renombre y el vituperio, la victoria y la derrota, los acontecimientos gratos y los penosos, no sólo no logran abatirme, sino que además me resbalan y me dejan libre en mis emociones, mis reacciones nerviosas y mis concepciones mentales
Mayor Grubert – El garaje hermético
#creemosenelasombro
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Adam
buenísima nota! Moebius mi ilustrador favorito… quien escribe ahí?
Revista Bifrontal
¡Muchas gracias por escribirnos Adam! y muchas gracias también por tus palabras tan amables.
Varias circunstancias nos han impedido continuar desarrollando nuestra revista, pero no tenemos planeado rendirnos.
Por el momento estamos en proceso de traducirla.
Mi nombre es Gabriel. Puedes encontrarme en Twitter como @Un_Tal_Cioran y en Instagram como @aroundmedellin