En el fondo, el hombre no es sólo un verdugo, o una víctima, ni un mero espectador: es las tres cosas a la vez
Elie Wiesel
No son monstruos.
Detrás de las máscaras antigases, detrás de las capuchas negras -en fin- debajo de la mascarada del terror no hay nada sobrehumano.
Son simples mortales. Ridículamente comunes y aterradoramente normales.
¿Es monstruosa su intimidante uniformidad? ¿la pasmosa tranquilidad con la que arrastran, golpean, disparan o amedrentan?
Son personas. Simples y mortales personas.
O mejor, hombres ejerciendo lo más mortal de sus personas: A sí mismos…
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Humanos que exhiben -mitad con orgullo, mitad con risible ignorancia- no exactamente lo peor de sí; sino (y esto es lo más aterrador) su único y verdadero rostro: la violencia injustificada (pero tremendamente satisfactoria) contra el otro indefenso. Contra el otro inferior. Contra el otro que no es otro sino basura a la que se debe disponer en el lugar adecuado y de la forma adecuada.
El otro sin nombre, ni apellido, ni historia, ni amores.
Sin circunstancias ni atenuantes.
El otro del que no se sabe nada pero se asume todo: enemigo.
El otro objeto…
Nosotros, los que sobrevivimos a los campos no somos testigos verdaderos. Nosotros somos los que, a través de la prevaricación, la habilidad o la suerte, nunca tocamos fondo. Los que estuvieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sin palabras
Primo Levi
Los verdugos no son monstruos, ni animales, ni fuerzas demoníacas.
Todo monstruo y fuerza demoníaca tiene un origen muy concreto, por fuera del imaginario, el mito o la leyenda.
Monstruos y demonios son sólo el resultado de una estetización de la común insatisfacción del hombre contra la represión moral, política, social y religiosa de su propia naturaleza, de su patetismo básico.
No son monstruosas las tormentas, los huracanes ni los terremotos. Sus efectos son devastadores pero absolutamente inmotivados. No hay ningún plan o consideración detrás de una catástrofe natural. Suceden por la simple e indiferente casualidad de las circunstancias…
No es perverso el lobo, ni la hiena.
No existe un tigre sádico…
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No hay en la naturaleza ningún reflejo de la maldad.
¿El mal? ¿El torturador que se ensaña contra la humanidad de sus semejantes? ¿El asesino que se complace en el apetito de la sangre derramada? ¿El funcionario que roba oportunidades y regala miserias? ¿El empresario que manipula la ley para evadir impuestos? ¿El religioso que -amparado en su dignidad- desborda sus apetitos sobre los inocentes? ¿El ejecutivo farmacéutico que no quiere curar nada? ¿El banquero que ve aumentar sus dividendos mientras un cualquiera «sin nombre» pierde su casa?
Ese es el mal. Un mal sordo, ciego y abusivo. La siniestra rebelión de los instintos contra la mordaza de la «civilización»…
La maldad es la venganza
del hombre contra la civilización
Sigmund Freud
La monstruosa normalidad del fanático que -ciego y miserable- no puede verse a sí mismo reflejado en ese otro al que le niega todo.
La maldad va mucho más allá de una simple legislación criminal.
El mal es otra piel…
Juha Arvid Helminen, fotógrafo finés nacido en 1977 en Helsinki, nos trae esta impresionante serie titulada «El Imperio Invisible».
Una suerte de exorcismo visual a través del cual el totalitarismo y el fanatismo quedan retratados con la crudeza de un horror anónimo, sin rostro. Una pesadilla que -como aquella serpiente que se muerde la cola- figura un eterno retorno (inevitable) de los mismos horrores: Cada vez más sutiles. Mejor preparados. Más incisivos. Igualmente fríos…
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En 2006 fui testigo de la llamada «manifestación» Smash ASEM (*). Allí vi en persona el lado oscuro de la policía finesa. Cómo hombres jóvenes escondidos bajo sus uniformes y capuchas, anónimamente, cometían actos de malas conductas. Más tarde fui testigo de la resistencia del sistema de justicia a castigar a los uniformados. Los uniformes crean unidad y a través de ella podemos separar a un soldado de un civil. A veces nos escondemos en ellos cuando hacemos algo realmente malo. Vestimos ropas que tienen que ver con la religión, la profesión, el pensamiento político y la tradición para comunicar y representar autoridad. Dónde pertenecemos y cómo vemos el mundo. A menudo esto oculta nuestra verdadera persona, y crea muros entre nosotros mismos y la gente que conocemos. Los personajes de mis obras son prisioneros de esas tradiciones y muros que hemos creado para nosotros mismos. ¿Cuán cerca estamos nosotros, los espectadores, a esos personajes a los cuales mucho de su personalidad les ha sido arrebatado?
#creemosenelasombro
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Anónimo
Eu mesmo trabalho com uniforme ha muito tempo.Nunca usei ou uso capuz ou mascara para esconder meu rosto. Desde 1986 trabalho na area de seguranca :Empresas de grande porte ,multinacionais , eventos festivos :Carnaval ,rodeios ,saloes de automovel , etc.Mas sempre soube e ainda sei separar o homem » da lei » do ser humano comum do dia a dia , pai de familia e amigo de muitas pessoas e sabem do meu oficio e me querem bem.Realmente maioria de meus companheiros de servico sofreram mudancas psicologicas , com capuz ou nao .E uma area muito dificil de trabalhar , pois muitas vezes somos tachados de malucos ou coisas piores.Eu sempre deixei o paramilitar no armario da empresa e nao o levei para casa.Consegui isso com muito esforco por passamos por situacoes extremamente dificeis.Nos vemos pessoas que levam uma vida anormal:presos comuns , loucos ,drogados , assassinos , etc. Ja vi na penitenciaria corpos sem coracao ,que foram arrancados e comidos cru, muitos suicidas que se enforcaram por vontade propria ou obrigados a isso. E um mundo a parte ,paralelo ao que vivemos. Pobre do agente de seguranca que mistura os dois. Fica louco em pouco tempo. Eu consegui manter minha sanidade, com muita leitura e ajuda da familia. Tambem sofri , mas consegui separar os dois mundos.
Por hoje e so , outro dia relato mais coisas.
Obrigado pela oportunidade.
O texto que me foi enviado e lindo e forte.Parabens a quem o escreveu!