Es hermoso contemplar las ruinas de las ciudades, pero es más hermoso todavía contemplar las ruinas de los hombres.
Isidore Ducasse – Conde de «Lautréamont» – Cantos de Maldoror
Somos las huellas que vamos dejando tras nosotros. El camino que nos trajo hasta este momento. Hasta este lugar de la historia.
Somos los desastres que nos componen. Los que llevamos marcados en el pecho como si fuera una blasfemia.
Y he aquí, entonces, que contemplamos nuestra ruina. El amargo recordatorio de glorias pasadas. Este olvido.
O la máscara de un olvido. O el simulacro de un olvido. O la ruina de un olvido…
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Gunkanjima. La tierra sin raíces. El océano sin raíces. La multitud sin nombre que presagia el apocalipsis de un progreso que nunca fue.
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De una promesa que no se cumplió…
Nos fue dada la tierra (y el mar) como un regalo que ya después se nos hizo incómodo.
Y de ellos hicimos este monumento a la desgracia.
Gunkanjima. El espejo de un futuro muy probable que nos devuelve la mirada torcida; abandonada.
Un islote perdido que nos trae a la memoria una historia de la que no aprendimos nada.
Tal vez, muchos años después, cuando lo único posible sólo sea el arrepentimiento.
#creemosenelasombro
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