Cosieron ojos a mi espalda con las señales que llevan al nido. Pero, ¿quién quiere encontrarse si aún no se ha perdido?
«Fuego» – Vetusta Morla
Lo que desconocemos es precisamente lo que dejamos de mirar. Lo que nunca supimos ver…
Lo que nuestros ojos catalogaron como «familiar» y después guardamos, con el pasar de los días (que también son años), bajo el rótulo del «nunca más».
Todo eso que olvidamos ya una vez en el rincón de las cosas sin importancia.
Lo que escondimos en el baúl de la nostalgia. Lo que nuestra memoria guardó en secreto para que no nos doliera ya más la herida…
Lo que escondimos en el baúl de la nostalgia. Lo que nuestra memoria guardó en secreto para que no nos doliera ya más la herida…
Paisajes, personas y caminos a los que transformamos -lenta y tristemente- en rutina.
La metamorfosis de las simples cosas es precisamente lo que ya no vemos…
¿Y nosotros? Nosotros guardamos nuestros ojos solamente para mirar hacia el incierto placer del porvenir… La neblina indiscernible del «mañana»… Los placeres que imaginamos. Las delicias que creemos merecer. El delirio somnoliento del que sueña despierto mientras el vagón de un metro lo transporta de un lugar a otro.
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«Habrá qué inventarse una salida…»
Nosotros, incapaces de mirar con ojos nuevos los verdaderos horizontes, a veces vemos como irrumpe entonces un destino ciego a arrastrarnos detrás de circunstancias minúsculas -imprevistas-. Desconocidas e innumerables.
Un azar por el que nos deslizamos sutilmente desde lo conocido hasta todo eso que dejamos de ver.
Lo que escondimos en el baúl de la nostalgia. Lo que nuestra memoria guardó en secreto para que no nos doliera ya más la herida…
«Pero, ¿quién quiere encontrarse si aún no se ha perdido?»
De vez en cuando escuchamos el llamado, y salimos de madrugada a perdernos un poco. Cuando apenas sale el sol y volvemos -extranjeros- al camino…
«Dejarse llevar suena demasiado bien. Jugar al azar, nunca saber dónde puedes terminar, o empezar…»
Nosotros, los pequeños nómadas de la rutina, los que a veces se dejan arrastrar hasta la frontera misma de lo que desconocemos: La inconmensurable grieta de lo «cotidiano nunca visto». Lo que nos llama desde una esquina por la que nunca giramos. Los pequeños paisajes inesperados; los hechos fortuitos. Encuentros que nos llaman, con la sutileza de los sueños, desde las fotos donde guardamos lo que alguna vez fuimos…
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«No es tan trágico jugar con la distancia y heredar su soledad. ..»
Nosotros, la nostalgia de esos lugares donde alguna vez «se amó la vida». Nosotros, que algún día «nos creimos tan fuertes como héroes de guerra…»
Nosotros, los desheredados de sí mismos.
Nosotros, que aguardamos aún la salvación del asombro.
Nosotros, que aguardamos aún la salvación del asombro.
Los que alguna vez lo tuvimos todo y a nada -nunca- pudimos llamar nuestro…
Nosotros, que aguardamos aún la salvación del asombro. Los que anhelamos todavía ese ritual de las pequeñas cosas que vengan a salvarnos del naufragio miserable en el que se ha convertido todo esto que llamamos mundo.
«El futuro se vistió con el traje nuevo del emperador…» y nos encontró desnudos. Herederos de un desastre porvenir.
Nosotros, que no guardamos ninguna esperanza y no tenemos ya más que nuestro asombro. El corazón salvaje. Los ojos de esta rebelión muda.
Vetusta Morla nos regala -nos trae de vuelta- ese asombro por lo que dejamos de ver.
Los fragmentos que perdimos y el naufragio que todavía nos queda… Los retazos que nos componen -a nosotros precisamente- los que alguna vez fuimos los ojos y el sueño de la esperanza. Los que ya después de tantos años despertamos a la pesadilla de lo real. El espantoso fango en el que se desvaneció la inocencia…
Vetusta Morla es un presente. El regalo de lo hermoso. Un breve fuego contra este desierto de hielo inmenso en que se ha convertido el mundo.
Vetusta Morla es un presente. El regalo de lo hermoso. Un breve fuego contra este desierto de hielo inmenso en que se ha convertido el mundo.
Vetusta Morla es un pequeño tesoro. Un manifiesto por la belleza más simple. Una denuncia contra la ceguera. La rebelión desconocida de los que se hartaron de sí mismos. La revolución de los decepcionados, los que ya no se creen la horrorosa fábula ni las promesas de la «civilización»…
«En mitad del relámpago llegó el mal de altura …»
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Vetusta Morla es un presente. El regalo de lo hermoso. Un breve fuego contra este desierto de hielo inmenso en que se ha convertido el mundo.
#creemosenelasombro
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