Kolja Tatic, arquitecto, pintor e ilustrador digital de origen serbio, es el encargado de modelar con una pasión obsesiva estos paisajes delirantes y magníficos.
Lugares que traen a la memoria -él mismo reconoce sus influencias- a Giorgio de Chirico y a Dalí.
¿Y nosotros? traductores aficionados de un mundo al que sólo se puede acceder en silencio…
Sin embargo, no sólo nos encanta su obra, sino también la naturalidad con la que aborda el asunto de la creación artística: Con la pasión del silencio y la quietud. La de quien -como decía Van Gogh- trabaja sin tregua ni descanso.
Es la actitud de quien reconoce en el arte, no un simple entretenimiento, sino la virtud de un trabajo. De un esfuerzo. De una tenacidad.
Un agente a través del cual se manifiesta -en todo su esplendor- el asombro.
Puedes visitar el sitio web de Kolja Tatic (vale el asombro la hermosa sorpresa) así como su portafolio en DeviantArt
P.D. Si te quedas «estancado» en el laberinto, sólo tienes que dar click en «retroceder»…
NOTA: “Bifrontal Editores” no es dueña de las imágenes aquí mostradas. Éstas sólo se usan con fines informativos para nuestra revista digital (revistabifrontal.com). Los créditos respectivos son debidamente anotados con el nombre del autor o autores, propietarios de todos los derechos.
De Argia, desde aquí arriba, no se ve nada; hay quien dice: Está allá abajo— y no queda sino creerlo; los lugares están desiertos. De noche, apoyando la oreja en el suelo, a veces se oye una puerta que golpea.
«Las ciudades y los muertos. 4» – Italo Calvino
Lo triste de la vida no es imaginar (habitar un mundo propio a través del arte, la música o la literatura).
Imaginar es sólo medianamente triste. Nostálgico a su manera.
La vida del soñador es el relato de un ser dividido. Y los divididos cargan con el peso de su carencia: la imposibilidad de su plenitud.
Pero no es triste imaginar. Ni andar dividido por el mundo.
El que acostumbra sus ojos a lo real se hace tan leve, tan insoportablemente plano, que sólo le aguarda la muerte…
Quien sueña -quien imagina- sabe hacerse inmortal a su manera.
Disfruta las poderosas imágenes de Jie Ma, artífice de mundos que sólo los divididos (los escindidos por su propia imaginación) podrían habitar.
Acompaña tu viaje con algunos fragmentos -muy apropiados para la ocasión- de «Las ciudades invisibles», de Italo Calvino.
Si al tocar tierra en Trude no hubiese leído el nombre de la ciudad escrito en grandes letras, hubiera creído llegar al mismo aeropuerto del que partiera. Los suburbios que tuve que atravesar no eran distintos de aquellos otros, con las mismas casas amarillentas y verdosas. Siguiendo las mismas flechas se contorneaban los mismos canteros de las mismas plazas. Las calles del centro exponían mercancías, embalajes y enseñas que no cambiaban en nada.
Era la primera vez que iba a Trude, pero conocía ya el hotel donde acerté a alojarme; ya había oído y dicho mis diálogos con compradores y vendedores de chatarra; otras jornadas iguales a aquélla habían terminado mirando a través de los mismos vasos los mismos ombligos ondulantes.
¿Por qué venir a Trude? me preguntaba. Y ya quería irme.
Puedes remontar el vuelo cuando quieras— me dijeron—, pero llegarás a otra Trude, igual punto por punto; el mundo está cubierto por una única Trude que no empieza ni termina, sólo cambia el nombre del aeropuerto.
El que llega a Tecla poco ve de la ciudad, detrás de las cercas de tablas, los abrigos de arpillera, los andamios, las armazones metálicas, los puentes de madera colgados de cables o sostenidos por caballetes, las escalas de cuerda, los esqueletos de alambre.
A la pregunta: —¿por qué la construcción de Tecla se hace tan larga?— los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar plomadas, de mover de arriba y abajo largos pinceles: —Para que no empiece la destrucción —responden.
E interrogados sobre si temen que apenas quitados los andamios la ciudad empiece a resquebrajarse y hacerse pedazos, añaden con prisa, en voz baja: —No sólo la ciudad.
Si, insatisfecho con la respuesta, alguno apoya el ojo en la rendija de una empalizada, ve grúas que suben otras grúas, armazones que cubren otras armazones, vigas que apuntalan otras vigas.
¿Qué sentido tiene este construir?—pregunta—. ¿Cuál es el fin de una ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que siguen, el proyecto?
Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos interrumpir —responden.
El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre la obra en construcción. Es una noche estrellada.
Puedes seguir el magnífico trabajo de Jie Ma en su sitio web y sus redes sociales: Behance, Facebook.
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Ve al borde del precipicio y salta. Constrúyete las alas mientras caes
Ray Bradbury
El 29 de julio de 2025 recibiremos un correo certificado que fue escrito en Londres, más o menos, el 5 de septiembre del año 1961…
Es una carta nómada.
Tan nómada como las seis personas que la escribieron.
Uno de ellos llevaba puesta una habitación portátil. Otro, vagaba tranquilamente, saltando de uno a otro entre los niveles interconectados por grúas y avenidas elevadas de una ciudad móvil.
La rebelión nómada ocurrió tal vez durante el otoño. Frágil como los sueños. Radicales del entusiasmo. Editores sin maquinaria litográfica.
Sucedió como ocurren los juegos de los niños que sueñan, y construyen un mundo mientras sueñan. Y sueñan que juegan. Y les tiene sin cuidado la ridícula frontera (débil pero «muy seria») entre lo que sucede y lo que se imagina.
Soñaron una ciudad móvil, acorde a sus necesidades de nómadas sin tierra y sin hogar. Sin paredes (sin límites). O límites móviles que, a la hora de la verdad, si se mueven no son precisamente «límites»…
ciudades instantáneas que desafiaban la paradoja de la levedad soñando estructuras “fundamentadas” en globos aerostáticos.
Soñaron con la metamorfosis ambulante; estructuras habitacionales inspiradas (en parte) por insectos. Constructos que buscaban sus propias fuentes de energía y podían «enchufarse» entre sí.
O ciudades instantáneas que desafiaban la paradoja de la levedad soñando estructuras «fundamentadas» en globos aerostáticos.
Así como ellos, nosotros soñamos también un «legado». Una rebelión del papel ilustrado… -Sus estructuras nunca llegaron a ser construidas-
Nosotros (#Bifrontal) buscamos entonces un tesoro que ha estado perdido -ante nuestros ojos- y te hablamos como en sueños, para que emprendas tú también tu propio viaje y una noche, un día cualquiera, vuelvas a narrarnos lo que tus ojos vieron…
Este es nuestro relato.
Te lo contamos «a medias»… Tal vez te animas y sales tú también a buscar lo que nunca has visto pero siempre soñaste, como Archigram…
#creemosenelasombro
¡Comparte el asombro!
¿Y si te animas? Sólo tienes que seguir el «camino de baldosas amarillas»: 1, 2, 3, 4
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Hoy los alemanes han invadido Polonia; por la tarde he ido a la piscina.
Franz Kafka
El cine -sobre todo el cine- y algún que otro diario o noticiero -incluso también algunos documentales- nos han traído la imagen de Europa del Este. Una mole de concreto gris, plana, absolutamente fría y aparentemente en ruinas…
Parece -a veces- que se hubiera quedado dormida tras la cortina de hierro. Rumiando los años gloriosos del viejo comunismo soviético.
Parece – a veces- como si Chernobyl se hubiera repetido incesantemente a lo largo de todo ese territorio, cubriéndolo todo con un manto de nostalgia y desastre…
Sin embargo, no se puede negar su encanto. Extranjero e incomprensible, en algún momento de nuestras vidas hemos soñado siquiera una vez con ver de cerca, vivir -así sea de segunda mano- la experiencia de esas vidas lejanas y desconocidas.
«La vida de los otros»… Aquellos quienes seguramente sueñan con paraísos tropicales. Con arenas blancas, mojitos, palmeras y aguas cristalinas…
Si, la vida de los otros son como sus fotografías… La vida que a nosotros no nos ha tocado en suertes es exactamente la misma que nosotros deseamos. La vida extranjera. Esa que no es la nuestra. La rutinaria. La que ya nos sabemos de memoria y vivimos -a veces- con un cierto dejo de resignación…
Sin embargo, Europa del Este es también el vestigio, la memoria de un totalitarismo siniestro -como todos- que dejó generaciones enteras sumidas en la pobreza, el abandono, y una total carencia de identidad nacional.
Europa del Este es también una herida en la memoria de quienes tuvieron y tienen aún hoy que padecerla…
«Zupagrafika», es un estudio de diseño conformado por David Navarro y Martyna Sobecka, ambos apasionados por la Escuela Polaca de Diseño.
El enfoque de sus diseños y sus producciones artísticas están fundamentados sobre todo en el «Brutalismo» arquitectónico, así como en el diseño industrial polaco. Y de esta pasión nacieron, entre otros, proyectos como «Blokoshka».
«Blokoshka» surge como un afán por resguardar la memoria histórico-arquitectónica polaca tras la caída de la cortina de hierro. Un intento por preservar edificaciones construidas en masa tras la urgente necesidad de recomponer los estragos que había dejado la Segunda Guerra.
Estructuras de bajo costo, eficientes y destinadas a ofrecer una solución de vivienda para una cantidad considerable de familias que, posiblemente, lo habían perdido todo bajo el fuego de los bombardeos y las balas.
Las cuatro unidades representan cuatro tipos de edificaciones en cuatro lugares diferentes: Los «Distritos de sueño» de Moscú, las «Construcciones Plattenbau» en Berlín Oriental, los polígonos «Cubre-ruinas» de Varsovia y Moscú, así como los «Bloques Panelák» de Praga.
Las piezas son fabricadas en láminas de cartón, listas para ser doblado sin necesidad de pegamento, tijeras u otras herramientas. Cada estructura resultante encaja perfectamente en la siguiente, por lo que «el set» se puede implementar perfectamente en distritos, o combinarlos armoniosamente en estanterías, escritorios o bibliotecas personales.
#creemosenelasombro
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Puedes ver más información sobre este proyecto aquí
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Por eso no existe ninguna contradicción entre el nuevo período de éxito de la temática ética y la lógica posmoralista, ética elegida que no ordena ningún sacrificio mayor, ningún arrancarse de sí mismo.No hay recomposición del deber heroico, sólo reconciliación del corazón y de la fiesta, de la virtud y el interés, de los imperativos del futuro y de la calidad de vida en el presente.
Gilles Lipovetsky – El crepúsculo del deber
Lo arquitectónico no es sólo belleza y majestad.
No se trata únicamente de simples «adornos verticales» donde asentar a la humanidad, ni mucho menos de espacios acomodaticios financiados por las maquinarias del poder en turno. Tampoco se trata -en exclusiva- del factor habitacional, logístico o urbano.
Lo arquitectónico es forma, función, continente y contenido; signo, significante y significado…
Y así como cualquier otra manifestación de las artes plásticas, la arquitectura es también una forma de la resistencia.
No hace falta brindar demasiada evidencia para darnos cuenta de que esto que llamamos mundo, -este breve hogar planetario- hace rato ya que cruzó los límites de lo salvable.
No hace falta brindar demasiada evidencia para darnos cuenta de que esto que llamamos mundo, -este breve hogar planetario- hace rato ya que cruzó los límites de lo salvable.
El aumento de la temperatura terrestre, las sequías cada vez más prolongadas, o las montañas de plástico atrofiando cualquier posibilidad de vida marina no hacen más que incrementar fatalmente la sumatoria de todos los desastres.
En algún momento, ciertamente, volteamos la mirada hacia la «ola verde» con un cierto grado de sarcasmo… ¿Qué nos importaba a nosotros la visión apocalíptica de esos mártires de la mercadotecnia ecológica?
¿El reciclaje? ¿Salvemos a los delfines? ¿El Amazonas en llamas?
Imaginamos alguna vez que todo ese asunto no era más que una jugada corporativa que sólo buscaba evadir impuestos a través del concepto de «responsabilidad social empresarial»…
La pregunta, no sin cierto grado de ironía, nos la devuelve el espejo miserable en que hemos convertido nuestro hogar: ¿Y ahora, quién podrá defendernos -de nosotros mismos-?
Es posible que el asunto de la conciencia planetaria, en el fondo, no fuera más que una estafa taquillera para acelerar el consumo de productos «eco-amigables». Si, eso no tendría nada de extraño. Así como no tiene nada de extraño que los tratamientos para el cáncer les resulten mucho más provechosos a las multinacionales farmacéuticas -desde el punto de vista financiero- que encontrar alguna cura posible.
Pero la cuestión de fondo poco o nada tiene que ver con estas materias conspiranóicas. La cuestión fundamental es un interrogante ético y estético.
En algún momento de la historia la civilización occidental miró con gusto -y codicia- las monumentales obras del pensamiento positivo. Una mentalidad abrumadoramente optimista que creía ciegamente en el progreso de la razón, la técnica y los avances de la ciencia.
La historia del siglo XX representa a cabalidad el auge y la terrible y dolorosa caída del imperio de la razón. Ya en el amanecer del siglo XXI, abandonados los viejos ideales, contemplando el triste desierto en el que se ha convertido lo real, sólo nos queda tomar una última decisión: Abandonarnos al delirio apocalíptico de la decadencia, o simplemente asumir los costos de nuestras pésimas costumbres y modificarlas hasta el límite de lo posible.
Y entonces, más allá del arte (que resiste ante la maquinaria del poder) nos queda la arquitectura. Una forma de la creatividad obligada ahora por las circunstancias a proporcionarnos -paradójicamente de la mano de la ciencia y la técnica- un mundo parcialmente más habitable
Y entonces, más allá del arte (que resiste ante la maquinaria del poder) nos queda la arquitectura. Una forma de la creatividad obligada ahora por las circunstancias a proporcionarnos -paradójicamente de la mano de la ciencia y la técnica- un mundo parcialmente más habitable
¿Y qué es la cuestión ética más que una sumatoria de decisiones?
Ya por muchos años la humanidad se hizo esclava de su propia codicia. Generaciones enteras oprimidas por el nocivo peso de sus ideales nos han dejado por mundo un desierto tóxico en el que la vida es posible a duras penas.
Y entonces, más allá del arte (que resiste ante la maquinaria del poder) nos queda la arquitectura. Una forma de la creatividad obligada ahora por las circunstancias a proporcionarnos -paradójicamente de la mano de la ciencia y la técnica- un mundo parcialmente más habitable que éste al que el animal humano ha deteriorado hasta la saciedad.
Las visiones de Vincent Callebaut no pueden representar un mero entretenimiento estético ni mucho menos una simple y llana utopía visual.
De alguna forma, es aquí donde la arquitectura tiene que tender un puente entre las maquinarias del poder y aquello que se le resiste, lo que se opone a su manipulación. A su vigilancia, sus estándares y su normatividad coactiva.
Todos los mamíferos de este planeta desarrollan instintivamente un equilibrio con el hábitat que les rodea. Los humanos se trasladan a una zona y se multiplican. Y siguen multiplicándose hasta agotar todos los recursos naturales. El único modo de sobrevivir es mudarse a otra zona. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón ¿Sabe cuál es?Un virus.
Todos los mamíferos de este planeta desarrollan instintivamente un equilibrio con el hábitat que les rodea. Los humanos se trasladan a una zona y se multiplican. Y siguen multiplicándose hasta agotar todos los recursos naturales. El único modo de sobrevivir es mudarse a otra zona. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón ¿Sabe cuál es?Un virus.
Agente Smith – The Matrix
Si bien el poder no está localizado en una institución o estado, y en su lugar corresponde más bien a una sumatoria de fuerzas, la probable -e inminente- extinción de lo humano tiene que obligar, de un modo u otro, a que la decisión de moderar el daño que nuestra presencia le hace al planeta sea asumida -y corregida- lo más pronto posible.
Sus diseños son sólo un ejemplo -un impresionante ejemplo- de lo que la arquitectura y otras múltiples facetas de lo creativo han opuesto no sólo contra los peligrosos efectos del antropocentrismo, sino también contra las horribles dinámicas de un mercado global que sólo está considerando el factor económico como única posibilidad de desarrollo…
No se trata solamente de un «sarcasmo apocalíptico», hoy más que nunca resulta imperativo apropiarse y hacer eco de la frase pronunciada alguna vez por Lipovetsky: «El siglo XXI será ético, o no será».
#creemosenelasombro
¡Comparte el asombro!
Visita el sitio web de Vincent Callebaut, y deja volar la imaginación con otros de sus proyectos.
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Con tal arte fue construida Andria, que cada una de sus calles corre siguiendo la órbita de un planeta y los edificios y los lugares de la vida en común repiten el orden de las constelaciones y las posiciones de los astros
Las ciudades invisibles – Italo Calvino
En el puerto de Ashkelon es ya imposible ver cualquier cosa.
Los viejos, incapaces de recordar que alguna vez estuvieron aquí sólo de paso, no hacen más que confundir el desierto nubio con las llanuras imposibles de Kamchatka. Los farallones helados de los vikings con las costas vírgenes, más allá del cabo de Hornos.
Los locales (esos que alguna vez fueron caminantes y marinos, y que hicieron ya de éste su hogar definitivo) han recopilado un volumen de tamaño considerable -que no hace más que aumentar con el paso de los años- en el que se detallan geografías imposibles y fronteras equivocadas…
El viajero que llega a Ashkelon ha navegado ya las aguas del río sagrado del Indo…
El que viene a Ashkelon ha despertado ya -alguna vez tras un sueño intranquilo- en las tiendas móviles de los nómadas del Bután, incluso si nunca ha escuchado mencionar siquiera semejantes nombres…
El viajero que llega a Ashkelon ha estado aquí antes. Y volverá también cuando nunca la haya abandonado…
Cristoforo Canozi da Lendinara – “Veduta Urbana con Ponte” – VíaCristoforo Canozi da Lendinara – “Edificio Porticato” – VíaCristoforo Canozi da Lendinara – “Edificio Porticato” – VíaLuigi Ravelli (1776-1858) – VíaMantoue, Palazzo Ducale, Corte Vecchia – Antonio y Paolo Mola – Vía“Città ideale di berlino” Atribuída a Francesco Di Giorgio – Vía“Città ideale” – Atribuída a Fra Carnevale – Vía“Città ideale di urbino” – Atribuída a Piero Della Francesca – Vía
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