Con tal arte fue construida Andria, que cada una de sus calles corre siguiendo la órbita de un planeta y los edificios y los lugares de la vida en común repiten el orden de las constelaciones y las posiciones de los astros
Las ciudades invisibles – Italo Calvino
En el puerto de Ashkelon es ya imposible ver cualquier cosa.
Los viejos, incapaces de recordar que alguna vez estuvieron aquí sólo de paso, no hacen más que confundir el desierto nubio con las llanuras imposibles de Kamchatka. Los farallones helados de los vikings con las costas vírgenes, más allá del cabo de Hornos.
Los locales (esos que alguna vez fueron caminantes y marinos, y que hicieron ya de éste su hogar definitivo) han recopilado un volumen de tamaño considerable -que no hace más que aumentar con el paso de los años- en el que se detallan geografías imposibles y fronteras equivocadas…
El viajero que llega a Ashkelon ha navegado ya las aguas del río sagrado del Indo…
El que viene a Ashkelon ha despertado ya -alguna vez tras un sueño intranquilo- en las tiendas móviles de los nómadas del Bután, incluso si nunca ha escuchado mencionar siquiera semejantes nombres…
El viajero que llega a Ashkelon ha estado aquí antes. Y volverá también cuando nunca la haya abandonado…
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