Las cosas cambian. No diré que evolucionan porque, a título personal, no comulgo mucho con el concepto. A veces funciona y otras (simple y llanamente) no.
Todo parece indicar que a Flash (el que en otro momento fuera un software bastante popular para realizar animaciones web) le ha llegado su hora.
Sin embargo, todavía se encuentra uno con pequeños tesoros del diseño y la animación ejecutados sobre esta plataforma. “99 rooms” es uno de ellos.
Más allá de una reseña-invitación para jugar este “juego”, prefiero aprovechar el momento para entender, para tratar de explicar el porqué disfruto con esta clase de cosas. Es posible que ustedes se encuentren al final con algún motivo para disfrutarlas también.
He pensado en dos autores muy particulares: David Lynch y Franz Kafka. Las razones son simples: El horror y el absurdo.
@AnSatori siempre ha sostenido que existen diferencias notables entre el terror y el horror, por ejemplo. Si no recuerdo mal, el terror, según su definición, es sobre todo visceral. Algo así como el arte de manufacturar cadáveres mediante el uso de cuchillos, estiletes, motosierras y otros artículos de colección para el Psycho Killer de fin de semana.
Por su parte, sigue ella, el horror se manifiesta en un formato psicológico. No se trata del género Gore sino más bien de una intimidación sutil, indirecta; como quien no quiere la cosa ¡pero sí que la quiere!
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Eso que me parecía horroroso estaba relacionado, sobre todo, con la sensación de que algo se desarrollaba a expensas mías.
Eso que me parecía horroroso estaba relacionado, sobre todo, con la sensación de que algo se desarrollaba a expensas mías.
Kafka no es considerado comúnmente dentro de las antologías literarias del terror. Uno podría pensar en “La metamorfosis” y objetar el comentario, pero digamos que es mucho más común contar con Poe o Lovecraft, por ejemplo.
Lynch si podría estar mucho más cerca del género, y en su producción cinematográfica descansa la clave de este artículo. Creí entenderlo después de ver Mulholland Drive por segunda vez. Hay muchas cosas, detalles muy perturbadores dentro de la película (aunque no es la única). Observarla con mayor detenimiento me llevó a intentar una definición del horror, y encontré que eso que me parecía horroroso estaba relacionado, sobre todo, con la sensación de que algo se desarrollaba a expensas mías. Que todos los hechos parecían fluir con una regularidad alarmante y que yo, espectador, no terminaba por entender completamente lo que estaba sucediendo.
Esa sensación de exclusión. El abandono en el que uno se encuentra al no entender lo que para otros parece ser completa y absolutamente normal. Que las cosas más raras suceden alrededor de uno y es precisamente uno el único que parece notarlo, como si toda la cordura se hubiera escurrido del mundo; es en ese punto extremo en el que comienza la pregunta: ¿Seré yo Señor?.
Fue ahí precisamente donde me pareció que lo absurdo era una clave importante para tratar de definir “lo horroroso”.
Supongo que el horror nace de saberse huérfano de cualquier apoyo en las nociones, hechos y conceptos que fundamentan la vida cotidiana de cualquier individuo. Despertarse una mañana convertido en un bicho espantoso; hay algo muy absurdo y muy horrible en eso. Una metamorfosis no sucede porque si, pero en Kafka (y también en Lynch) esas cosas suceden, y lo más terrible es que uno como lector y espectador parece ser el único que se da cuenta de ello; mientras tanto, al interior de las tramas respectivas, las cosas fluyen sin mucha alarma.
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Siempre he escuchado decir que uno siente miedo por las cosas que no entiende, y siendo así, no es muy ilógico pensar que el horror y el absurdo caminan muy cerca.
99 rooms (ya me estaba olvidando que venía a hablarles de eso) no es un juego de terror. Si lo juegan, se pueden dar cuenta de que también es difícil –incluso- catalogarlo como un juego siquiera.
Esa sensación de exclusión. El abandono en el que uno se encuentra al no entender lo que para otros parece ser completa y absolutamente normal.
Esa sensación de exclusión. El abandono en el que uno se encuentra al no entender lo que para otros parece ser completa y absolutamente normal.
Personalmente diría más bien que se trata de una experiencia de lo inquietante y lo perturbador. No hay sangre ni screamers (los aficionados a los juegos online llaman así a esa clase de juegos donde, en medio de un ambiente de tensa y relativa calma, surge “de la nada” un elemento monstruoso y aterrador que espanta y hace gritar al incauto).
99 rooms es una experiencia que se acerca muy sutilmente a lo absurdo. 99 habitaciones, 99 fotogramas de entornos industriales y maquinaria oxidada, mezcladas con ilustraciones y graffitis intimidantes, y ambientadas con leves sonidos que aturden, no por el volumen ni por la intensidad, sino por una repetición que abruma.
Falta todavía una aclaración final. No disfruto la experiencia del absurdo y el horror propiamente. Me gusta probar el límite de mis nociones, ahí donde uno se hace completamente extranjero de todos y de todo. Es una manera particular de estar solo cuando el mundo entero (cuando todo lo demás) parece una mezcla de cosas sin mucho sentido. De esas que uno no disfruta.
Espero que ustedes también lo disfruten.
#creemosenelasombro
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