Todos los peligros se repiten, en particular los malignos.
Thomas De Quincey
La pasión por el exterminio no es una potencia exclusiva de tiranos, reyezuelos o dictadores bananeros. No hace falta ser Hannibal Lecter para desear la muerte del prójimo; un jefe insoportable, un vecino abusivo, un conductor desquiciado. Cualquiera de estos personajes podría desencadenar, algún día, una furia asesina capaz de desenterrar en nosotros las pasiones más oscuras y los impulsos más atroces.
La locura, como sabes, es muy parecida a la gravedad. Sólo hace falta un pequeño empujón.
La locura, como sabes, es muy parecida a la gravedad. Sólo hace falta un pequeño empujón.
Mirar el abismo; contemplar sin miedo nuestra indecible capacidad para el mal. No es fácil, y tampoco sucede en vano. Los ejemplos abundan, y a todos aquellos que se atreven parece que los sobrevuela hasta el final un aura irresistible de tragedia.
TAL VEZ QUIERAS LEER: Desde el abismo…
Llegar al asesinato por razones puramente estéticas… No es tan extraño como suena una vez que uno recuerda, por ejemplo, que en El corazón delator Poe ya lo hizo por nosotros.
¿Han probado alguna vez vestir la piel de su protagonista? ¿se han dado cuenta acaso de que no es tan descabellado querer erradicar la maldad que lo acecha a uno desde un ojo “semejante al de un buitre”?
Hace algún tiempo encontré una pequeña joya cinematográfica, una versión animada del cuento.
Para disfrutarlo hace falta adaptarse un poco a las circunstancias; entender (por ejemplo) que se trata ya de un clásico animado de “ayer y hoy” (fue realizado en 1953), pero que capta sin embargo, con mucha precisión, esa atmósfera insana que rodea al personaje.
Releyendo la historia; invirtiendo un poco los papeles, uno podría darle un mayor protagonismo al “convidado de piedra” del cuento: El ojo.
¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones!
¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones!
Recuerdo particularmente la primer escena de Un perro andaluz. Un recordatorio siniestro que nos devuelve otra vez a la idea de “mirar el abismo”.
Para sumergir al espectador en un estado que permitiese la libre asociación de ideas era necesario producirle un choque traumático en el mismo comienzo del filme; por eso lo empezamos con el plano del ojo seccionado, muy eficaz.
Luis Buñuel
No se trata aquí de forzar asociaciones imposibles o buscar vínculos artificiales entre el cuento y el corto. Me parece mucho más interesante pensar el asunto del ojo, eso que ve y que muestra; ese sustento de la mirada. Me gusta imaginar, por ejemplo, las razones que habrá tenido Poe para escoger ese órgano particular como detonante de la locura.
Supongo que detrás de todo hay un símbolo significativo: El ojo como puerta; hay un adentro y un afuera, y es sabido que todas las puertas tienen la función de guardar y proteger lo que hay adentro. Sin embargo, no deja de ser atractiva la idea contraria, que tal vez lo que hay afuera es lo que necesita ser protegido…
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Ridley Scott, Luis Buñuel y Poe no tienen muchas cosas en común (prácticamente nada), sin embargo, Blade Runner es otra de esas producciones que lo inquietan a uno por el carácter simbólico que se le da al tratamiento del ojo como personaje constante a lo largo de la película.
Nuevamente (vale la aclaración) no se trata aquí de forzar asociaciones, sino más bien de explorar las posibilidades expresivas de cada uno de los elementos.
En Blade Runner (continuando) la secuencia inicial es el primer plano de un ojo. La película sigue y también el papel simbólico del ojo.
Todos esos momentos se perderán en el tiempo… Como lágrimas en la lluvia.
Todos esos momentos se perderán en el tiempo… Como lágrimas en la lluvia.
La pregunta fundamental de toda la trama parece ser la búsqueda de eso que hace diferente a los hombres-máquina (replicantes) y a los hombres de carne y hueso. Los hombres-máquina quieren soñar (vale recordar que la película está inspirada en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), los androides quieren ser como sus creadores; pero no pueden soñar, y tampoco pueden recordar. No tienen nada en ellos que los haga realmente humanos salvo la obsesión de serlo.
Parece que buscan encontrar el umbral y quedarse del otro lado, ahí donde sus ojos artificiales puedan guardar lo único que realmente desean: humanidad.
Y vuelve y juega la idea de puerta. El ojo que marca la frontera entre lo humano y lo artificial.
Sin embargo, lo triste para estos androides (ya no hombres, sino niños-máquina) es que en realidad no saben lo que se oculta detrás de los ojos humanos. Poe lo sabía de sobra…
Mira el corto:
#creemosenelasombro
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